El vestido nuevo del Zar
Había una vez un zar al que le gustaban mucho los vestidos fastuosos y sólo pensaba en vestirse del mejor modo posible.
Un día se le presentaron dos sastres y le dijeron:
—Nosotros podemos hacerte un vestido tan hermoso como nunca nadie ha tenido en ninguna época y además tiene la ventaja que aquél que sea necio y no sea digno del cargo que ocupa, no podrá verlo. Sólo el inteligente será capaz de ver el vestido.
El zar se alegró de la proposición que le hacían los sastres y los encomendó el vestido.
Se dieron a los sastres piezas de paño para trabajar, terciopelo, seda, oro y todo cuanto es preciso para hacer el vestido.
Pasaron ocho días y el zar envió un ministro para saber cómo andaban los trabajos de confección..
El ministro llegó y pidió el vestido a los sastres, que le respondieron que ya estaba listo, mostrándoles para que lo vieran un lugar vacío. El ministro, que sabía que aquél que fuera necio e indigno de su puesto no sería capaz de ver aquel vestido, fingió verlo y los felicitó.
El zar se hizo llevar aquel vestido. Se lo presentaron, y también le indicaron un lugar vacío. El zar también fingió ver el vestido nuevo; se quitó el que llevaba y ordenó que le pusieran aquellas prendas magníficas.
Cuando el zar salió salía de paseo por la ciudad, todo el mundo veía que iba desnudo, pero nadie se atrevía a decirlo, sabiendo que únicamente los necios no podían ver el vestido, y cada cual pensaba que era él sólo quien no lo veía.
El zar se paseaba por la ciudad y todos sus súbditos admiraban el nuevo vestido.
De pronto un niño se fijó en el zar y dijo:
—¡Mirad! ¡El zar se pasea desnudo por la ciudad!
El zar sintió que la vergüenza se apoderaba de él, y todo el mundo comprendió que quedó todo avergonzado, y todo el mundo comprendió que, efectivamente, el zar iba desnudo por la calle.
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