Los melocotones
El music
(campesino ruso) Tikhon Kuzmitch, al regresar,de la ciudad, llamó a sus hijos.
—Mirad
-les dijo- el regalo que el tío Ephim os envía.
Los niños
acudieron: el padre deshizo un paquete.
—¡Qué
lindas manzanas! -exclamó Vania, muchacho de seis años-. ¡Mira, María, qué
rojas son!
—No,
probable es que no sean manzanas -dijo Serguey, el hijo mayor-. Mira la
corteza, que parece cubierta de vello.
—Son
melocotones -dijo el padre-. No habíais visto antes fruta como ésta. El tío
Ephim los ha cultivado en su invernadero, porque se dice que los melocotones
sólo prosperan en los países cálidos, y que por aquí sólo pueden lograrse en
invernaderos.
—¿Y qué
es un invernadero? -dijo Volodia, el tercer hijo de Tikhon.
—Un
invernadero es una casa cuyas paredes y techo son de vidrio.
El tío
Ephim me ha dicho que se construyen de este modo para que el sol pueda
calentar las plantas. En invierno, por medio de una estufa especial, se
mantiene allí la misma temperatura.
—He ahí
para ti, mujer, el melocotón más grande; y estos cuatro para vosotros, hijos
míos.
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—Bueno
-dijo Tikhon, por la noche- ¿cómo halláis aquella fruta?
—Tiene un
gusto tan fino, tan sabroso -dijo Serguey- que quiero plantar el hueso en un
tiesto; quizá salga un árbol que se desarrollará en la isba .
—Probablemente
serás un gran jardinero; ya piensas en hacer crecer los árboles -añadió el
padre.
—Yo
-prosiguió el pequeño Vania- hallé tan bueno el melocotón, que he pedido a mamá
la mitad del suyo; ¡pero tiré el hueso!
—Tú eres
aún muy joven -murmuró el padre.
—Vania
tiró el hueso -dijo Vassili, el segundo hijo -pero yo lo recogí y lo rompí.
Estaba muy duro, y adentro tenía una cosa cuyo sabor se asemejaba al de la
nuez, pero más amargo. En cuanto a mi melocotón, lo vendí en diez kopeks; no
podía valer más. Tikhon movió la cabeza.
—Pronto
empiezas a negociar. ¿Quieres ser comerciante? iY tú, Volodia, no dices nada!
¿Por qué? -preguntó Tikhon a su tercer hijo, que permanecía aparte.
—¿ Tenía
buen gusto tu melocotón?
—iNo sé!
-respondió Volodia.
—¿Cómo
que no lo sabes? - replicó el padre- ¿acaso no lo comiste?
—Lo he
llevado a Grincha -respondió Volodia-. Está enfermo, le conté lo que nos
dijiste acerca de la fruta aquella, y no hacía más que contemplar mi melocotón;
se lo di, pero él no quería tomarlo; entonces lo dejé junto a él y me marché.
El padre
puso una mano sobre la cabeza de aquel niño y dijo:
-Dios te
lo devolverá.
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